No dejaba de latirle el corazón, cada vez el palpito se hacía más y más frustrante. Sentía el cosquilleo de algo en su interior intentando salir, quizá fuera el recuerdo de un tiempo más feliz.
Un año atrás se sentía impaciente por verle; estar en clase sin él se hacía eterno, incluso aunque fuese una de sus asignaturas preferidas todo resultaba ajeno a su mente. El tic-tac del reloj se hacía cercano y se aferraba a ello. Tenía ganas de correr nada más verle, ansia reprimida por felicitarle un año más. Un salto para abrazarle, una risa y un beso rápido, como siempre, para poder hablar sin parar.
Hoy, a menos de un día para que se cumpla un año de aquel momento, sigue preguntándose por qué... Por qué no puede correr cuando le apetece o agarrarse a su brazo para no perder el rumbo.
Por qué me has hecho esto...