jueves, 5 de julio de 2012


Podría describirte con mil palabras bonitas, podría contarte por qué me enamoré de ti, por qué me gustas tanto. Pero eso ya lo sabes.

Prefiero decirte que odio tu cabezonería, que juzgues mis actos y los tuyos no. Que me riñas por algo y tú lo hagas después, que te enfades por cosas que no hago y te empeñes en decir que es así.

Porque si yo digo blanco, tú dices negro; si giro a la izquierda, tú vas a la derecha; si río no lo entiendes y si lloro te ofendes.
Contigo todo es muy difícil, es cierto. Contigo intento dar lo mejor de mí, y nunca es suficiente.

El mundo se preguntaría entonces, ¿por qué has de quererle? Y mi respuesta es: ¿por qué no? Todos tenemos mil defectos, yo me equivoco el 99% de las veces, pero cuando tú lo haces sólo necesito que lo admitas. Sólo eso.

Prefiero contarte que odio que me veas llorar y te salga decirme que estoy loca o que soy una cría, en vez de abrazarme hasta que la última gota de mis ojos moje tus hombros. Lo odio.

Pero lo que no puedo odiar es a ti. No puedo odiar la forma en que me despiertas por las mañanas, la forma en que me abrazas, o abrazabas, cuando hace frío. Esa forma que tienes de encandilarme cada vez que me hablas de ti, o de hacerme sentir orgullosa cuando estás frente a mi familia.

Sí, tengo mil motivos para no quererte y estoy segura de que no admitirías ni uno. Sin embargo te puedo decir que te quiero con este nudo en la garganta que no me deja abrir la boca, con este dolor en el pecho que sólo me empuja a llorar. Te quiero, simplemente porque no lo puedo evitar. 

game over


Lágrimas rodando por todo mi interior. Quererte es como correr hacia una meta que nunca llega, es como entrenar sin mejorar jamás… las fuerzas me han fallado.
De rodillas, a mitad de carrera, me rindo frente a ti.

Frente a ti, que secaste mis lágrimas y me pintaste sonrisas.
Frente a ti, que me hiciste pensar un poco más en mí.
Frente a ti, que prometiste no hacerme daño nunca.
Aquí, de rodillas, te pido que entiendas que el sentir y el mostrar van de la mano en el amor. Que el perdón no está prohibido si hieres un corazón, que admitir los errores no es perder la partida. Que en el amor no hay contrincantes ni enemigos, sino vidas que se unen en un mismo latir. 
Siento que te he perdido en un camino empedrado en el que me he ido hiriendo con cada caída. Me he levantado y he vuelto a tropezar.


…Me armé de valor, dispuesta a sufrir, quería quererte como nadie antes. Mi mente está satisfecha, en mi corazón se han clavado mil y un clavos; uno por cada te quiero que mi boca desearía poder pronunciar.