Parecía un juego; parecía que nunca perderíamos si jugábamos los dos. ¿Quien dejo de jugar? No pude ser yo. Yo aun tengo mis cartas en la mano y no apuntan muy alto, yo aun sigo esperando tu apuesta y nunca, nunca llega... No perdimos: tu abandonaste la partida. Abandonaste antes de tiempo y, lo siento, pero yo no me quedare sentada a la mesa esperando que vuelvas. No me quedare apostando con un niño, no. No me quedare esperando a que crezcas.
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