Julie salio pitando del despacho con lágrimas en los ojos. Acto seguido recogió sus cosas y salio sin despedirse de nada ni nadie. Fuera llovía, como cualquier otra mañana en Londres.
Su paraguas salio volando con la ultima ráfaga de viento y mirando el lugar donde aquel ultimo apoyo del día se desvanecía solo logro tropezar y caer de rodillas frente a un charco.
Nada podía ir peor. Y es verdad. Cuando nada puede ir peor algo bueno tiene que pasar. Levanto la mirada y encontró unas manos recogiendo su pequeña caja de esfuerzos, le miro a los ojos y la fuerza que desprendían la cegó. Sonrieron, el la invito a café...
Aun hoy cuando Julie recuerda aquella oscura mañana de noviembre no puede evitar sonreír, en medio de la tempestad que les acecha, al recordar la luz resplandeciente que el trajo a su vida. Aun hoy, cuando todo va mal y la pequeña caja se ha convertido en un baúl de reproches que se tiran a la cabeza, el consigue hacerle sonreír. Todavía queda la fuerza que les lleva a despertar otra lluviosa mañana y contemplar tras la ventana aquella maravillosa ciudad...
Dicen, que el amor no entiende de días malos, de perdones o rencores. Digan lo que digan, el amor es la fuerza que te empuja a levantarte al día siguiente y no una magia efímera que te hace evadirte del mundo y te encierra en un universo paralelo.
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